La dualidad “vida y muerte” se conoce en el Mictlán, el inframundo de los mexicas

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Por: Dulce García | cydnoticias.mx |

Llegó el Día de Muertos, y con ello, una de las historias más interesantes en la cosmovisión de la cultura mexica, la leyenda del Mictlán, que asume a la muerte como una transformación de la vida y parte de un proceso cíclico.

Los mexicas tenían una concepción dual y cíclica del mundo, por ejemplo: vida y muerte, hombre y mujer, frío y calor, noche y día, etc.

De acuerdo con el reconocido arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, los mexicas pensaban que Tlaltecuhtli, la diosa de la tierra, devoraba y paría los cadáveres, esto para que los individuos muertos, renacieran a una nueva vida en la que podrían continuar su tránsito hasta llegar al lugar que les correspondía según la causa de su muerte.

En escritos de fray Bernardino de Sahagún, se relata que los mexicas señalaban que a los 80 días del fallecimiento de una persona, el cuerpo se quemaba junto con su perro -quien ayudaba a cruzar el río Chiconahuapan-, y los restos eran depositados en ollas o jarros con una piedra verde, para finalmente enterrarlos dentro de las casas.

La muerte para los mexicas era un proceso que duraba cuatro años, tiempo que un cuerpo tarda en desintegrarse hasta quedar solo el esqueleto; por lo que había oportunidad para los difuntos de cruzar por nueve casas o habitaciones hasta llegar a su destino final.

¿Qué es el Mictlán?

Mictlan significa “lugar eterno del reposo de los muertos” y está compuesto por nueve dimensiones.

En diferentes leyendas y códices antiguos, definen al Mictlán como un lugar desconocido, peligroso y oscuro, cuyos nueve niveles están relacionados con la putrefacción, lo fétido, lo frío, lo húmedo, lo acuoso, la oscuridad y la noche.

Los animales relacionados con el Mictlán eran búhos, murciélagos, gusanos y ciempiés, los cuales estaban al servicio de Mictlantecuhtli, el señor de la oscuridad; y su consorte Mictecacíhuatl, la señora de las personas muertas.

Los expertos señalan que el Mictlán se ubicaba en el norte, pero también en el centro y debajo de la Tierra. Los mexicas pensaban que al morir estaban saldando su deuda con la Tierra, y le daban continuidad al ciclo del universo.

Los nueve niveles en los que las almas tenían que transitar son:

  1. Apanoayan: Todos los fallecidos acceden por un río donde está un perro y los ayuda a pasar nadando.
  2. Tepeme Monamictia: Lugar de dos montañas que chocan siempre una contra la otra.
  3. Iztepetl: El cerro de obsidiana, erizado de cuchillos de pedernal.
  4. Cehuecayan: Lugar donde hiela.
  5. Itzehecáyan: Sitio donde sopla el viento de obsidiana y corta como cuchillo de pedernal.
  6. Teocoylehualoyan: Aparece un jaguar y devora el corazón del difunto.
  7. Apanhuiayo: Lago de agua negra donde habita la lagartija Xochitonal, que intenta detener el paso del difunto.
  8. Chiconauapan: Último sitio para llegar al Mictlán, el difunto llega a la orilla de un río.
  9. Mictlán: lugar del destino del alma, en donde habitan los que fallecieron de muerte natural o común.

Los grandes guerreros mexicas y las mujeres fallecidas en el parto van a Tonatiuhichan “la casa del sol”, y después de cuatro años se convierten en colibríes y pueden bajar a la tierra para alimentarse del néctar de las flores.

Quienes fallecen ahogados o por un rayo van al Tlalocan, lugar de delicias con un jardín verde repleto de flores, donde reina el dios Tláloc.

Los bebés que nacen muertos o que no han probado alimento sólido van al Chichihuacuauhco, donde los pequeños que volverán a nacer toman leche del árbol nodriza.

Finalmente, el Día de Muertos nos recuerda, que la vida pasa como una sombra rápida y sin importar si somos hombres o mujeres, o la clase social, todos algún día y en algún momento, moriremos.

Con información de Claro y DirectoMX.